El pasado lunes 4 de agosto, Ofer Cassif, único diputado judío de la coalición Hadash (Frente Democrático para la Paz y la Igualdad), fue expulsado violentamente del Parlamento israelí (la Knéset) mientras pronunciaba un discurso en memoria de las víctimas de la masacre de Shefar’am, al cumplirse 20 años de aquel crimen.
Durante su intervención, Cassif citó al reconocido escritor israelí David Grossman para denunciar, sin ambigüedades, el genocidio en Gaza. Fue entonces cuando miembros de seguridad del Parlamento interrumpieron su alocución, lo retiraron del atril y lo expulsaron del hemiciclo.
Horas después, el diputado comunista compartió un comunicado en sus redes sociales denunciando el atropello: “Anoche, durante un discurso en memoria de las víctimas de la masacre de Shefar’am, fui violentamente retirado del estrado a mitad de mi intervención, simplemente por citar las palabras del escritor israelí David Grossman contra el genocidio en Gaza. Incluso los escritores críticos ya no pueden ser citados en el Parlamento de la supuesta ‘única democracia en Oriente Medio’. Para parafrasear a Heine: donde se silencian citas, terminarán también por silenciar a los disidentes”.
Una voz disidente desde dentro
Ofer Cassif es uno de los rostros más firmes de la izquierda antisionista dentro del Parlamento israelí. Profesor universitario, marxista y defensor del fin de la ocupación, forma parte de Hadash, una coalición político-social integrada por comunistas judíos y árabes palestinos con ciudadanía israelí, que lucha por la justicia social, la igualdad entre pueblos y el fin del apartheid impuesto por el Estado de Israel.
Desde el inicio de la ofensiva militar en Gaza, Hadash ha sido una de las pocas fuerzas políticas dentro de la Knéset que ha denunciado de manera contundente la masacre sistemática de población civil palestina. Cassif ha sido también el único diputado judío que ha calificado lo sucedido como “genocidio”, enfrentándose a la censura institucional y al acoso de sectores ultraderechistas.
Su expulsión del Parlamento se enmarca en una escalada autoritaria por parte del gobierno de extrema derecha de Benjamin Netanyahu, que avanza en la criminalización de cualquier crítica al sionismo, a la ocupación y a la violencia estructural que Israel ejerce sobre el pueblo palestino.
Lo ocurrido con Cassif confirma que el régimen israelí no solo persigue a la población palestina, sino también a quienes, desde dentro del Estado, se atreven a romper el silencio y la complicidad institucional. La izquierda internacional observa con preocupación esta deriva antidemocrática y expresa su solidaridad con todas las voces que, como la de Cassif, resisten al genocidio, al racismo y al totalitarismo creciente en Israel.
