por Javier García Moreno.
Aquel niño lo perdió todo. Desde ese momento, vagó por su pequeño mundo con los pies descalzos, sin un techo donde cobijarse, hambriento, enfermo y triste. Algunos días y algunas noches más hambriento y enfermo que otras, pero siempre triste. Demasiado triste.
Uno de esas miles de bombas que vino del cielo acabó con su familia, con sus amigos, con todo ese pequeño mundo que conocía. Recuerda que era feliz antes de que el infierno cayera sobre sus cabezas. Un día tras otro. Sin respiro. Y recuerda que aunque tuviera poco lo tenía todo. Las risas con sus amigos, el amor de su familia.
Ahora algunos hombres y mujeres que también habían perdido sus escasas posesiones y a los suyos, con el alma rota, con el corazón hecho trizas, trataban de abrazarlo cuando tenía frío, cuando sentía pesadillas y temblaba de terror y se sentía solo y abandonado en el mundo.
Pero ese pequeño universo para un niño de solo seis años había saltado por los aires. Bajo las ruinas de su hogar que ya no existe, murió toda su familia. Todos sus seres amados. Todo el sentido de su vida.
Sin embargo, en aquella sufrida y agonizante tierra, en aquellos campos hacinados de personas que intentaban sobrevivir al paso de aquel día, aquel niño, en la frontera del sur, miró al cielo y encontró una luz cegadora. De paz y de amor, más allá de los muros que siempre los habían encerrado.
Entonces supo que un viento de cambio y esperanza comenzaba a soplar. Lenta pero decididamente fuerte. Un viento que sepultaría a los que tanto daño y dolor irreparable habían causado. Y es que el resto del mundo había mirado hacia otro lado, egoísta e insolidario, hipócrita y miedoso, mientras su pequeño país sufría un incesante bombardeo y un implacable exterminio, comenzaba a abrir los ojos.
Aquel niño que había dejado de serlo hacía dos meses, sonrió.
Los suyos, desde el cielo, le enviaban toda la fuera para seguir adelante, para que se convirtiera en un pequeño hombre fuerte y valiente. En los niños y las niñas de Gaza, comenzaría todo.
Microrrelato incluido en el libro “Historias y cuentos insólitos”, de Javier García Moreno (JLovedark)