Amigos, amigas, desde hace unas semanas, bien sabéis que es más difícil conciliar el sueño en este planeta. Y es que ha llegado el sheriff Trump para poner orden en el mundo. Ese sheriff cínico de los wéstern que hacía la vista gorda con las tropelías del malvado terrateniente del poblado del oeste bajo su jurisdicción y las de su banda de pistoleros a sueldo.
Y como en una película de vaqueros, esta vez rodada en el decorado del mundo, los protegidos de este pérfido sheriff hacían de las suyas por el poblado, robaban las tierras a humildes granjeros, se cargaban a los forasteros curiosos, se emborrachaban en la taberna y violaban a las mujeres.
No es de extrañar que este descendiente de inmigrantes escoceses y alemanes, este blanco
multimillonario estadounidense, siguiendo el viejo espíritu americano de colonizar a base de pistolas y rifles, vea al mundo y a sus naciones como esos desvalidos granjeros a los que extorsionar y robar. Por eso es el país de la (impune) libertad.
Para él, los inmigrantes venidos al país norteamericano desde otros para intentar ganarse la vida, la inmensa mayoría honradamente, son delincuentes a los que torturar y expulsar de una patada a sus países de procedencia. Cosas, animales, con los que intercambiar como cromos molestos y así chantajear, por ejemplo, en el terreno económico y arancelario. Para él las naciones del mundo son buenas o malas en función de sus intereses económicos. Y los pequeños pueblos del mundo no son más que “tribus indias” a las que deportar de un plumazo y arrebatar sus tierras. Con el fin de explotar y apropiarse de sus recursos. Riéndose del derecho internacional y acabando con las instituciones mundiales que trataban de poner orden al mundo desde el término de la segunda guerra mundial. Como aquellos notarios de esos poblados del oeste y en el que, a punta de pistola, tenían que firmar el cambio de titularidad de las tierras y granjas robadas a favor del matón de turno.
Trump no ha tenido que poner el cañón en la cabeza a los que, en teoría, velaban por el orden y la paz mundial. Con liberar a EEUU de sus tratados de adhesión a estas, alegando estupideces (estupideces que, sin embargo, millones de fervientes y patriotas seguidores creen a pies y juntillas) como que las instituciones mundiales están infectadas de cómplices de terroristas o peligrosos marxistas, ha sido suficiente. Así que muerto el derecho, la ley del más fuerte, del pistolero avaricioso y ladrón, del imperio americano, es la que manda.
Groenlandia, Panamá, Canadá, la franja de Gaza, será estadounidense. Arrodíllese el mundo al Sheriff americano. Mire a otro lado y dejadnos que nos quedemos con Groenlandia y Panamá u os aplastaremos como cucarachas con nuestro ejército.
Los colonos israelís siguen de suerte. Indultados, nada más Trump volvió a poner el pie en la Casablanca, por las violentas tropelías y asesinatos perpetrados durante décadas. Por favor, seguid matando a las tribus palestinas, a niños, mujeres, hombres, y apropiándose de sus tierras. Sentid, además, el aliento y aplauso del papá americano.
Y como en mi relato distópico “la ciudad maldita”, publicado en mi último libro de relatos
“Historias y cuentos insólitos”, el sheriff mundial avisa que sobre las ruinas de Gaza construirá para occidente una Riviera Maya, una lujosa ciudad de vacaciones. Sobre el cadáver de decenas de miles de civiles asesinados por Israel, y de dos millones y medio de vidas rotas, atormentadas por años de miseria y guerra, vagando por campamentos de refugiados durante año y medio, en tiendas de campaña, hasta su deportación y exterminio, los ricos del mundo entero, preferiblemente occidentales y de raza blanca, disfrutaran del maravilloso clima del mar mediterráneo y de los lujos sobre ese trozo de tierra empapada aún de sangre inocente. El sheriff mundial y un ejército de constructoras americanas se encargarán de hacerlo posible a la mayor brevedad.
Quizás entonces, quién sabe, y como en mi relato, la maldición y el karma se vuelva sobre esos turistas y veraneantes sin escrúpulos, y sobre los que cometieron primero un genocidio y luego se burlaron de las víctimas y del mundo. Avisados están.
©febrero 2025
Javier L. García Moreno
Javier es economista y escritor murciano, con más de veinte libros publicados, y colaborador de este medio digital.
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