Bajo la cobertura de la noche, activistas han cubierto con pintura roja la estatua de la reina Victoria en Sheffield como gesto de solidaridad con las seis personas que continúan en huelga de hambre en cárceles británicas, encarceladas por su presunta participación en acciones de «Palestine Action» dirigidas a impedir el genocidio en Gaza. La intervención señala directamente al Estado británico por el uso de la represión penal como herramienta política contra quienes se oponen al colonialismo y a la guerra.
La elección del monumento no es casual. Victoria, conocida como la “Reina del Hambre” por su responsabilidad histórica en la Gran Hambruna irlandesa de 1845-1852, simboliza un imperio levantado sobre la violencia sistemática, el saqueo y la muerte por inanición. Durante aquella hambruna, más de un millón de personas murieron mientras el Estado británico priorizaba la exportación de alimentos y la consolidación de la propiedad privada por encima de la supervivencia del pueblo. Ese mismo imperio provocó la hambruna de Bengala en 1943, que se cobró la vida de más de tres millones de personas por decisiones políticas que favorecían la guerra y el control colonial, y bajo su administración participó en la partición de Palestina en 1947, allanando el camino para el desplazamiento masivo y la limpieza étnica que derivaría en la creación del Estado de Israel.
Hoy, esa lógica de castigo y represión se reproduce en las prisiones del Reino Unido, donde personas en huelga de hambre por su compromiso con la justicia en Palestina son sometidas a aislamiento, negación de libertad bajo fianza y condiciones que ponen en riesgo su vida. La acción de cubrir la estatua de Victoria con pintura roja no mancha el bronce: lo desnuda, convirtiéndolo en una acusación directa contra la continuidad histórica del imperialismo británico. Las manos de Gran Bretaña siguen chorreando sangre, y los activistas que intervinieron exigen justicia y la visibilización de quienes luchan contra la opresión y la guerra colonial en todo el mundo.
Con esta acción, las activistas denuncian la imposición de una supuesta “conexión terrorista” sin precedentes y claramente desproporcionada en los procesos judiciales contra presos políticos, una maniobra destinada a impedir la concesión de libertad bajo fianza y a castigar el compromiso político. Reclaman el respeto efectivo a la libertad de expresión, la desclasificación de todos los documentos que prueban la colaboración entre el Estado británico, la empresa armamentística Elbit Systems y el Estado de Israel en la persecución de la protesta, así como la publicación de todas las licencias de exportación concedidas a Elbit Systems UK en los últimos cinco años. Exigen, además, el fin inmediato de cualquier contrato público con una empresa que juega un papel clave en la ocupación y el genocidio del pueblo palestino.
La acción lanza también un llamamiento internacional a no normalizar la barbarie institucional, invitando a personas con conciencia política a señalar estatuas, edificios gubernamentales y consulados como lo que son: símbolos de un régimen que prefiere encarcelar, amenazar y dejar morir de hambre a quienes defienden la vida antes que reconocer su responsabilidad histórica y presente. Frente a la represión y el silencio cómplice, la solidaridad activa vuelve a recordar que ningún imperio es eterno y que la historia no se escribe desde los pedestales, sino desde la resistencia.















