13 detenidos por narcotráfico en la boda neonazi del “Ratilla”

La operación policial desmantela parte de Suburbios Firm, una facción ultra surgida del Frente Atlético, que combina violencia fascista con negocios ilegales de drogas y blanqueo de capitales.

0
26
Google search engine

La estrecha relación entre fascismo y crimen organizado vuelve a quedar en evidencia en el Estado español. Daniel M. F., conocido como el Ratilla, cabecilla del grupo neonazi Suburbios Firm, fue detenido tras su boda en Fuenlabrada (Madrid) dentro de la Operación Sivilla. La Policía Nacional arrestó a un total de 13 personas vinculadas a la organización por delitos de narcotráfico, blanqueo de capitales, tenencia ilícita de armas y asociación criminal.

El resultado de los registros realizados en diez viviendas y una empresa confirma la magnitud de la red: más de 100.000 euros en efectivo, un vehículo caleteado, cinco kilos de cocaína, otras drogas como hachís, ketamina o cristal, un arma de fuego, tres táseres, chalecos antibalas, más de cincuenta defensas extensibles y abundante material neonazi. La luna de miel del Ratilla se transformó en un traslado directo al centro penitenciario de Soto del Real.

Fascismo y narcotráfico: dos caras de la misma moneda

Suburbios Firm nació en 2014 como escisión del Frente Atlético, tras un golpe interno liderado por el apodado Niño Skin. En lugar de limitarse al hooliganismo futbolero, esta facción neonazi pactó con sus antiguos rivales de Ultra Sur para dar un salto hacia los negocios ilícitos, principalmente el narcotráfico y los volcos —robos de droga a otros traficantes—, bajo la coartada de “financiar la causa”.

Lejos de la retórica pseudopolitizada que algunos sectores ultrareaccionarios intentan vender, la realidad muestra cómo muchos de estos grupos fascistas se sostienen gracias a economías criminales: tráfico de drogas, extorsiones, locales de ocio, gimnasios y bares usados para lavar dinero. La operación policial confirma lo que el movimiento antifascista viene denunciando desde hace años: que detrás de la estética “patriótica” y la propaganda racista se esconde un entramado mafioso.

El fantasma de Zabaleta y la continuidad de la violencia

Entre los asistentes a la boda figuraba Ricardo Guerra, el neonazi condenado por el asesinato de Aitor Zabaleta en 1998, una herida aún abierta en la memoria antifascista. Su presencia en el enlace del Ratilla ilustra la conexión generacional entre viejas y nuevas camadas ultras, unidas por la violencia, el racismo y ahora también el narcotráfico.

No se trata de hechos aislados: Suburbios Firm ha protagonizado agresiones y actos de odio en Madrid, como la manifestación homófoba en el barrio de Chueca en septiembre de 2021, donde, escoltados por la policía, lanzaron cánticos como “Fuera maricas de nuestros barrios” o “Fuera sidosos de Madrid”.

Fascismo en la calle, mafias en la sombra

El grupo también colaboró en el pasado con Hogar Social Madrid (HSM), una organización neonazi que organizaba recogidas de alimentos “solo para españoles” y que terminó disolviéndose por conflictos internos con hooligans. Esa mezcla entre activismo ultra y economía criminal evidencia que el fascismo español no es solo una amenaza en las gradas o en las calles, sino también en la economía sumergida, donde el blanqueo de capitales y el narcotráfico financian parte de su actividad.

Los 14 investigados —incluido el Ratilla— muestran que la frontera entre el fascismo militante y la delincuencia organizada es inexistente. La simbología nazi, las agresiones racistas y los discursos de odio son inseparables de las redes de tráfico de drogas y violencia mafiosa.

Un aviso sobre el fascismo español actual

La operación contra Suburbios Firm no solo desmantela a un grupo violento: también pone de relieve las fracturas dentro del panorama fascista español, tal y como ha documentado el colectivo de investigación antifascista Sistema 161. Mientras algunos ultras se intentan presentar como “políticos”, otros priorizan los negocios ilegales. Pero en ambos casos, el resultado es el mismo: violencia, odio y explotación.

El caso del Ratilla no es una anécdota, sino un síntoma. Mientras el fascismo intenta ganar espacio político a través de discursos racistas y homófobos, en la práctica se financia con drogas, armas y extorsiones. Y lo hace bajo la impunidad que le brinda la tolerancia social, mediática e institucional hacia sus símbolos y discursos.

Google search engine