El pasado domingo 31 de agosto, el colectivo Denia Animal Save convocó una manifestación pacífica en el paseo del Arenal de Jávea para denunciar el maltrato animal en las fiestas populares conocidas como “bous a la mar”. El evento transcurrió sin incidentes y contó con el apoyo de numerosos ciudadanos y turistas, tanto nacionales como extranjeros, que se sumaron a la causa.
Los organizadores insistieron en el sufrimiento que padecen los toros durante este tipo de espectáculos. Aunque no se les clavan objetos punzantes como en las corridas tradicionales, los animales son sometidos a situaciones de estrés extremo: son transportados en camiones estrechos desde la dehesa, encerrados en cuartos reducidos, y expuestos a gritos, golpes y persecuciones en una plaza junto al mar. Veterinarios y científicos han documentado casos de ansiedad, fracturas, ataques de pánico e incluso muertes por infarto debido al miedo y la presión física.

Durante el espectáculo, los toros —animales herbívoros y no adaptados a correr largas distancias— son obligados a desplazarse rápidamente, lo que les provoca dolor en las patas y pezuñas. En muchos casos, terminan lanzados al mar, donde corren el riesgo de ahogarse. Se han registrado muertes por estrés agudo, lo que refuerza la denuncia de los activistas sobre el carácter innecesario y cruel de estas prácticas.
Desde hace algo más de una década, la Plataforma Animalista Marina Alta (PAMA) ha liderado acciones de protesta en la región. Desde 2020, Denia Animal Save ha tomado el relevo, organizando manifestaciones anuales en Jávea. El cambio en la actitud del público es palpable: cada vez más personas muestran su apoyo, preguntan cómo colaborar y se interesan por firmar peticiones.
Los activistas recuerdan logros históricos obtenidos gracias a la persistencia del movimiento animalista. Entre ellos, la prohibición del Toro de la Vega en Tordesillas (2016), las becerradas en Algemesí (2015), y más recientemente, la suspensión del “toro de júbilo” en Medinaceli (2024), tras una sentencia judicial que lo declaró maltrato animal. También nos refrescan la memoria sobre victorias, tan transcendentales, como las alcanzadas tras varios años consecutivos de incansables actuaciones, tales como manifestaciones, recogidas de firmas y concentraciones, como son la prohibición de los circos con explotación de animales, en todo el territorio nacional, además de una aberración tan horrible como el carrusel de ponis.

En 2024, se impulsó una Iniciativa Legislativa Popular bajo el lema “No es mi cultura”, con el objetivo de retirar a la tauromaquia su estatus de patrimonio cultural en España. La campaña logró reunir cerca de 700.000 firmas válidas —superando el mínimo legal de 500.000— y se espera que el Congreso de los Diputados vote la propuesta en septiembre. De aprobarse, se abriría la puerta a la prohibición de espectáculos taurinos a nivel nacional y se reducirían significativamente las subvenciones públicas destinadas a estas prácticas.
El movimiento animalista también celebra avances en otros frentes, como la presión internacional contra la industria peletera. Marcas de moda como Versace, Prada, Armani y Gucci han anunciado su compromiso de abandonar el uso de pieles animales, resultado de años de campañas en ciudades como Benidorm y Alicante.
La mayoría de los activistas son veganos, una elección que, según afirman, salva miles de vidas al año y reduce el sufrimiento en granjas industriales y mataderos. Para ellos, cada acción cuenta: desde repartir folletos y colocar carteles, hasta escribir en medios de comunicación y participar en manifestaciones. Su objetivo es generar conciencia, transformar la relación entre humanos y animales, y fomentar el activismo.
“Somos como la gota que no rompe la roca por su fuerza, sino por su constancia”, afirman. Y con esa convicción, seguirán movilizándose año tras año en Jávea, hasta lograr que el respeto por los animales prevalezca sobre la tradición.


















