Masiva convocatoria popular en Las Torres de Cotillas contra la planta industrial de biogás.

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por Martín Stutz.

Son las ocho de la tarde en el colegio San José de Las Torres de Cotillas. En la sala ya no quedan sillas libres, no cabe un alfiler. Pero siguen llegando más vecinos. Aunque nos reciben con la calidez y el cariño de un pueblo generoso y cordial, el ambiente en la sala es muy serio.

Son decenas de vecinos, un centenar, pero todos los sentidos se centran en la voz cálida y firme del portavoz de la Plataforma Stop Biogás, José Hernández Pedrero. Líder indiscutido del movimiento vecinal, nos recuerda a aquellos personajes de antaño, rebosante de carisma, quien imprime seguridad y confianza a su gente. Especialista en leyes, este abogado es una pieza fundamental en esta pelea de David contra Goliat. Los vecinos lo aprecian y respetan, pero sin privilegios.

Porque en esta lucha ciudadana todos los vecinos y vecinas son iguales, pues están sufriendo por igual las consecuencias de plantarle cara a un poder oscuro, en un claro caso de manual de un equipo de gobierno comprado por los «caciques», los poderosos industriales. Hablamos principalmente del capo Tomás Fuertes y su factoría de explotación laboral humana, maltrato animal y destrucción ecológica, El Pozo.

 

A pesar de los modernos términos que se escuchan en la sala, tales como «biogás», «biometano» o «ecocidio», en realidad es una clásica historia repetida desde siempre. Se trata de un pueblo trabajador oprimido por los poderosos, unidos a la falta de escrúpulos de un cuerpo político indecente. Como siempre y desde hace siglos, la tensión ante el abuso de una clase social privilegiada estalla en una lucha frontal. En nuestros tiempos la batalla es legal y no violenta, pero representa los mismos valores legitimados sobre el Derecho de Rebelión, como nos ha enseñado la filosofía política.

Caemos entonces en la cuenta de que la instalación de una planta contaminante de biogás en el municipio por parte de Enagás, fue la gota que colmó el vaso ante un gobierno municipal que roza la inmoralidad más flagrante. Un presupuesto municipal diezmado por presuntos gastos «inflados», «mordidas», «enchufes», un sinfín de tropelías a las que suma el acoso del alcalde Pedro José Noguera del Partido Popular. La falta de tacto político de este edil impresentable, sólo se explica por la voz en sus oídos de la derecha más reaccionaria de Vox, encabezada por la oscura figura de la concejala Isabel Zapata Rubio.

Nos sentimos inmersos en dos mundos antagónicos. Por un lado los vecinos, unidos en lo que han llamado ellos mismos como Plataforma Stop Biogás. Percibimos en sus ojos el vivo brillo de la inteligencia, que se plasman en una cordialidad y amabilidad sin límites, forjada en la solidaridad y unidos en la lucha. Son la representación de la modernidad, basado en el estudio y la disciplina estoica del trabajo honrado. Nos llenan de historias, nos cuentan cómo aman a su pueblo y en todos ellos se vislumbra un mismo patrón: todos quieren dejar su pueblo mejor para sus hijos, para sus nietos. Vemos, con orgullo, valores que creíamos extintos, verdaderos altruistas por un mundo mejor. Pero no son soñadores, saben cómo defenderse ante los embates y las represalias de un poder corrupto.

Es entonces cuando nos encontramos con los villanos de esta historia. Aquí tenemos a la España conservadora y reaccionaria representada por el alcalde Pedro José Noguera (PP) y sus socios de gobierno (VOX). Deshechos anacrónicos de la dictadura franquista, lastimosos residuos de un poder oscuro, la España profunda que con deliciosa maestría nos plasmó Berlanga. Son aquellos que pretenden imponerse a los demás, los que sin sacrificio se sienten superiores a sus vecinos y vecinas. Ellos, siempre cerca del poder y del dinero, psicópatas sociales, trileros de la política, tránsfugas de la razón.

En Las Torres de Cotillas, en la Región de Murcia, el miedo ha cambiado de bando. Los vecinos y vecinas resisten a la presión, ejercida a través de falsas demandas por calumnias y amenazas. Porque hoy el pueblo está más formado que los privilegiados, porque eligen como líderes populares a letrados como Pedrero, quien anuncia que van a demandar ante la fiscalía al alcalde Noguera. Asimismo se exige democracia, el pueblo quiere su derecho a poder decidir sobre esta contaminante macroplanta de biogás. Una muestra más de nuestra tesis que se acerca a una lucha clásica: un pueblo demandando democracia, nada más legítimo, más genuino.

Termina la charla en el colegio San José, y vemos cómo la tensión y cierta incertidumbre que percibíamos al principio de la misma, se transforma en una confianza colectiva: «no dudéis que la planta aún no está construida, ni lo vamos a permitir«, sentencia el portavoz de la plataforma y los asistentes claman en efusivos aplausos. Le pedimos una entrevista y, generoso nos la concede. Y la noche nos envuelve entre la plática con los vecinos, seguros de que primará la sensatez y la cordura.

Nosotros, foráneos reporteros, volvemos a la ciudad conmovidos por este magnífico movimiento popular. Estamos atónitos, pues hemos aprendido mucho. La esperanza nos invade: quizás sea cierto, estamos a tiempo de unirnos para que un mundo mejor sea posible.

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