El Nobel de la Paz 2025: La Farsa Geopolítica que premia la Guerra y castiga la Paz

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La concesión del premio Nobel de la Paz a la opositora venezolana es otra de las anomalías que está produciendo este mundo en 2025. Entre los premiados en ediciones anteriores figuran algunos nombres que nunca deberían figurar en su palmarés: ahí están Henry Kissinger, secretario de Estado de EE. UU. durante los bombardeos secretos en Camboya; Al Gore, cuyo activismo ambiental contrasta con su silencio sobre guerras petroleras; Barack Obama, el presidente que batió récords en venta de armas y uso de drones… Pero los responsables de entregar el premio este año no han tenido ningún reparo en perder la poca reputación que les quedaba, convirtiéndose en el hazmerreír de la mitad del mundo mientras la otra mitad aplaude la gracia obediente y sumisamente.

LA HIPOCRESÍA DE UN PREMIO COMPRADO

Detrás de esta decisión se encuentran, como siempre, los que manejan los hilos del poder real: fondos de inversión que especulan con guerras, multinacionales que explotan recursos en países sancionados, y grandes bancos que financian ambos bandos de los conflictos. Todo el poder financiero occidental ha hecho piña, y ya ni siquiera se molesta en ocultarse o, al menos, disimular a la hora de desplegar su rapiña.

¿POR QUÉ ESTA ACTIVISTA NO MERECE EL NOBEL?

La premiada representa exactamente lo contrario a los valores del verdadero pacifismo:

  1. Defiende sanciones económicas que, según la ONU, han causado miles de muertes evitables en Venezuela por falta de medicinas y alimentos
  2. Apoya la intervención extranjera en un país soberano, legitimando lo que en cualquier otra circunstancia se calificaría como injerencia imperialista
  3. Niega el diálogo mientras promueve la confrontación, usando la lucha pacífica como mera pantalla para agendas desestabilizadoras

LOS VERDADEROS MERECEDORES: VOCES SILENCIADAS POR EL PODER

Mientras el Comité Nobel premia a figuras alineadas con intereses geopolíticos occidentales, ignora sistemáticamente a quienes realmente construyen paz:

  • Médicos Sin Fronteras: Llevan 50 años arriesgando vidas en zonas de guerra, atendiendo a víctimas de todos los bandos por igual. Su neutralidad es incómoda para quienes prefieren medicalizar la guerra en lugar de terminarla.
  • Reporteros Sin Fronteras: En un mundo donde el 85% de la población vive en países sin libertad de prensa, su lucha por el derecho a la información es la verdadera defensa de la democracia. Premiarles sería reconocer que sin periodismo libre no hay paz posible.
  • El Comité para la Abolición de las Armas Nucleares: Mientras las potencias gastan billones en modernizar sus arsenales, esta organización consiguió el Tratado de Prohibición Nuclear de la ONU. ¿Por qué ignorarles? Porque denuncian que los mayores vendedores de armas son miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

LA MAQUINARIA DE CONTROL GLOBAL

El poder ya no necesita esconderse: controla los medios de comunicación, las agencias de noticias, las competiciones deportivas y los espectáculos musicales. Todo lo que tenga repercusión mediática está manejado por lo que podríamos llamar el capitalismo global o el poder oculto. Las plataformas digitales —Facebook, Microsoft, Google, Twitter, Instagram— completan este ecosistema de control con censura algorítmica donde solo vale lo que este selecto club considera «correcto».

Sobreviven algunos medios independientes como la Protesta a nivel local o contadas excepciones nacionales, pero será cuestión de tiempo hasta que el relato global los considere peligrosos para sus intereses sociopolíticos, para sus negocios, para amasar todas esas fortunas que son necesarias para poder comprar a todo el mundo, incluidos los responsables de los premios Nobel.

EL FUTURO DE LA DISIDENCIA

Se vislumbra un panorama desolador: en poco tiempo, será raro encontrar periodistas que muestren disconformidad con lo establecido. No habrá espacio para voces críticas como el Gran Wyoming o Antonio Maestre, que se están convirtiendo en especie en peligro de extinción. Ocuparán, en el mejor de los casos, un espacio residual en el mundo de la información.

En un mañana, no muy lejano del hoy que nos ha tocado vivir, malvivir o infravivir, cuando ya no quede ni aroma de ella, la democracia se convertirá en un sucedáneo de lo que pudo ser, especialmente en países como el nuestro, donde nunca llegamos a disfrutarla plenamente. Los dirigentes del futuro seguirán llenándose la boca con la palabra «democracia» mientras entierran ceremonial o ritualmente su último vestigio, proclamándola, clamándola o invocándola. El Nobel de la Paz 2025 no es un error: es la confirmación de que las instituciones globales han sido secuestradas por el poder financiero, y que la paz genuina resulta demasiado incómoda para quienes prefieren un mundo en permanente guerra controlada.

Juan Celdrán

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