La crisis climática y el negocio de la indiferencia

El mundo y España arde y se inunda a partes iguales. Las emergencias climáticas ya son la nueva normalidad y mientras tanto, los negacionistas siguen culpando a la Agenda 2030, a Sánchez y a la “avioneta” de turno

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| Escrito por John Martínez Hernández

 

¿Que si el cambio climático es ya una realidad?

Para algunos, parece evidente; para otros, aún no está tan claro. En los últimos años se ha
vuelto habitual escuchar noticias sobre incendios devastadores en la Amazonía,
inundaciones masivas en países asiáticos, deshielos casi permanentes en los polos y en
zonas de alta montaña, o catástrofes naturales —huracanes, ciclones, terremotos— con
intensidades nunca antes vistas. Los académicos e investigadores insisten en que estos
fenómenos son consecuencia directa del cambio climático, pero aún hay quienes, incluso
desde los gobiernos, los tachan de exageraciones, inventos o simples estrategias de
quienes quieren vendernos la famosa “Agenda 20/30”.

Lo que no se puede negar es que algo está pasando en el planeta. Los veranos son cada
vez más largos e intensos, los inviernos más cortos y suaves. Las lluvias llegan sin previo
aviso, y los incendios forestales se vuelven incontrolables. Crece la figura del “refugiado
climático” —que, según el Norwegian Refugee Council, alcanzó los 45 millones de
personas en 2024— y en sociedades como la española centramos cada vez más nuestros
esfuerzos en prevenir desastres naturales y en rezar para que la lluvia o el fuego no nos
“pille” en mitad de la calle.

El cambio climático es una realidad generada por el sistema económico extractivista que
hemos construido en torno al capitalismo de unos pocos. Ese mismo sistema que permite
a los líderes mundiales acudir a foros como Davos o la COP29 para hablar de economía
y medio ambiente… viajando en sus jets privados. Un sistema que solo escucha a unos
pocos y que hoy responde únicamente ante el poder de los líderes y países más fuertes.
¿Por qué? Porque ya resulta normal escuchar a personajes como Donald Trump ofrecer
“independencia” y dinero a Groenlandia con el propósito de explotar sus recursos una vez
el deshielo lo permita.

Todo esto demuestra que, poco a poco, una parte de la población que antes dudaba —los
negacionistas— empieza a ver el cambio climático como una oportunidad de negocio.
¿Qué importa si el planeta se quema o se inunda, si unos mueren y otros lo pierden todo?
Mientras haya petróleo y tierras raras con las que comerciar, parece que nada más cuenta.
El dinero, el mercado y la fuerza siguen marcando las reglas.

El próximo 29 de octubre se cumplirá un año de aquella catastrófica DANA de Valencia,
que dejó más de 227 víctimas. Y aún hoy no ha habido ni dimisiones ni asunción de
responsabilidades. Al contrario, los mismos que deberían responder prefieren culpar a
otros, olvidando que fueron ellos quienes recortaron los fondos para la prevención de
desastres naturales porque —según decían— eran “inventos de la Agenda 20/30 de
Sánchez”.

¿A dónde vamos a parar si esto continúa así? A ningún buen lugar. Es urgente actuar de
forma colectiva: impulsar la investigación y el desarrollo, mejorar e invertir en los
sistemas de energías limpias, cuidar y mantener nuestros bosques, y reforzar la
prevención. El cambio climático ya es una realidad inevitable, pero eso no significa que
debamos seguir pensando solo en las “oportunidades de negocio” que pueda generar. El
petróleo, las tierras raras y el dinero no se comen ni se beben.

John Martínez Hernández, colombiano de origen con más de media vida en España, es Doctor en Sociedad, Desarrollo y Relaciones Laborales, especializado en desarrollo económico, cooperación internacional y criminología. Politólogo de formación, cuenta con más de diez años de experiencia en organizaciones no gubernamentales de desarrollo (ONGD) de la Región de Murcia.

Actualmente, es presidente de la Coordinadora de ONGD de la Región de Murcia y profesor en el Grado de Criminología de la Universidad de Murcia (UMU). Su trayectoria combina la investigación académica con el compromiso social y la gestión de proyectos orientados al desarrollo humano y la justicia global.

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