José ‘Pepe’ Mujica, el expresidente uruguayo que cautivó al mundo con su humildad, su estilo de vida austero y su pensamiento revolucionario, falleció hoy a los 89 años. Conocido como «el presidente más pobre» por donar el 90% de su sueldo a causas sociales, Mujica dejó un legado de humanismo y política disruptiva que trascendió fronteras.

De guerrillero a presidente

Nacido en 1935 en Montevideo, Mujica fue miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana en los años 60 y 70. Encarcelado durante 13 años bajo la dictadura militar (1973-1985), sobrevivió a condiciones inhumanas y emergió como un símbolo de resistencia. Tras la restauración democrática, se convirtió en una figura clave de la izquierda uruguaya.

En 2010 asumió la presidencia de Uruguay, marcando un antes y después en la política latinoamericana. Gobernó hasta 2015 sin corbata, viviendo en su humilde chacra de Rincón del Cerro y manejando un viejo Volkswagen Escarabajo. Su discurso sencillo pero profundo, centrado en la felicidad humana más allá del consumo, resonó globalmente.

Un legado de coherencia y rebeldía

Mujica impulsó políticas progresistas como la legalización del cannabis, el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto, consolidando a Uruguay como un país vanguardista. Su filosofía de vida, basada en la austeridad y la solidaridad, lo convirtió en un ícono anticapitalista admirado por jóvenes y líderes mundiales.

Hasta sus últimos días, siguió siendo una voz crítica del consumismo y la desigualdad. «La vida no se compra, se vive» , repetía. Hoy, Uruguay y el mundo despiden a un hombre que, más que un político, fue un faro de coherencia y humanidad.

Descanse en paz, Pepe Mujica, el revolucionario tranquilo