Una conferencia abarrotada de dignidad, previamente amenazada por grupos de ultraderecha, sirvió para arrojar luz, datos y ciencia sobre la realidad del colectivo, respaldada por una ley pionera y el firme compromiso cultural.
Un clamoroso, resistente y silencioso «No pasarán» — Crónica de un acto que resistió la intimidación ultraderechista
Amenazas de la Falange, presencia policial en la puerta y un intento abierto de amedrentar a un espacio cultural para impedir una charla sobre derechos trans. Lo que ocurrió en el Ateneo Cultural de Molina de Segura no fue solo un acto formativo: fue una demostración civil de que el odio puede intentar intimidar, pero no siempre consigue callar.
Cuando los discursos de odio intentan desalojar a la ciudadanía del espacio público, la sola continuidad del acto ya es una forma de victoria democrática.
En última instancia, lo que se defendió aquella tarde no fue un evento ni un ideario, sino un umbral democrático: el derecho a existir sin permiso. No era un acto: era una frontera —y no consiguieron cruzarla.
D.L. Yo estuve allí, y vi con mis propios ojos algo que ninguna estadística puede medir: el momento exacto en que una comunidad, en vez de encogerse ante la amenaza, decidió hacerse muro. Ese día entendí que a veces la democracia no se defiende en los grandes titulares, sino en una sala llena que se niega a retroceder.
Introducción: Amenazas de la Falange, policía en la puerta y un acto de valentía que no puede silenciarse
No intentaron debatir: intentaron cercar la palabra. Y, sin embargo, la palabra no llegó sola: llegó escoltada por un pueblo que se negó a desaparecer de su propio espacio democrático. Un acto de valentía que no puede silenciarse
D.L. Yo fui testigo aquella tarde en Molina: no de una controversia, sino de una frontera cívica donde la palabra se negó a retroceder. Y lo que allí defendimos —lo defendimos juntas.
Ha pasado una semana desde que la Biblioteca Salvador García Aguilar de Molina de Segura se convirtió en un fortín de la razón frente a la intolerancia. El jueves 17 de octubre, la conferencia “La realidad trans más allá de los mitos” no fue solo un acto cultural; fue un acto de resistencia cívica que se celebró bajo la sombra de la coacción y con la presencia tutelar de la Policía Local. Según documentó La Protesta en su edición del 16 de octubre, el Ateneo Cultural de Molina de Segura fue objeto de una campaña de «amenazas e insultos» por parte de individuos que se identificaban como militantes de Falange Española.
El Ateneo de Molina de Segura recibe amenazas por organizar una conferencia sobre diversidad sexual
Las pruebas de esta campaña de acoso son públicas y verificables. En la plataforma X (Twitter), un usuario identificado con Falange publicó un mensaje directo al Ateneo que decía: «Nosotros no nos vamos a quedar de brazos cruzados… os vamos a hacer la vida imposible«. Paralelamente, circulaban por grupos de WhatsApp capturas de pantalla donde se tildaba el acto de «aquelarre progre» y se instaba a la movilización en su contra. Estas amenazas fueron de una gravedad tal que, según las mismas fuentes, la Policía Local confirmó haber recibido el aviso y activado un dispositivo de seguridad. Una semana después, revisitar lo acontecido el 17 de octubre cobra una vigencia brutal. Este reportaje no es solo la crónica de un evento educativo; es el relato de cómo una comunidad se negó a que el odio y la desinformación secuestren el debate público.
Ultraderecha y «aquelarre»: el acto de censura que precedió a la charla
Cuando la intimidación falla, la ultraderecha pasa del silencio al señalamiento.
D. L. No fue una discrepancia: fue una advertencia envuelta en amenaza, un intento de marcar territorio antes incluso de que comenzara la palabra.
El evento, promovido por el Ateneo Cultural de Molina y con una afluencia tan masiva que dejó a personas sin sillas, fue objeto de la polémica campaña de acoso cuyos mensajes en X (Twitter) y capturas de WhatsApp han podido ser verificadas.
Frente a esta campaña de acoso, la respuesta ciudadana no se hizo esperar. En las mismas redes sociales, comenzaron a surgir llamamientos para organizar grupos de disuasión y apoyo pacífico al acto. En la plataforma X, un usuario hizo un llamamiento directo a la protección del acto, afirmando: «Me comentan que hay varios grupos organizados para disuadir si vienen nazis de la falange a la charla… las han recibido estos dias, y han pedido ayuda a la gente para apoyarles si va peña a violentar». Paralelamente, en la red social Mastodon, se publicó una convocatoria explícita bajo el lema «Frente a la ultraderecha, educación y diversidad», actuando como un llamamiento a la movilización pacífica. Esta doble capa de seguridad —la institucional y la comunitaria— fue la respuesta contundente a la campaña de acoso.
Ante nuestras preguntas sobre la gravedad de estas amenazas y las medidas de seguridad, la presidenta del Ateneo, Conchi Andrés, se refirió a los mensajes como “malas palabras”. Afirmó con contundencia que la entidad “no estaba dispuesta a ceder a presiones”, pues entre sus objetivos fundamentales está la promoción de la cultura y el pensamiento crítico. No obstante, y por seguridad, se avisó a la Policía Local, cuyos efectivos, efectivamente, vigilaban la puerta y el interior de la sala durante el acto.
Evidencia científica vs. prejuicio social: «Ser trans no es una elección»
La psicóloga y presidenta de Transitio, Carmen María Martínez Cano, abrió el fuego de la argumentación desmontando desde la base los prejuicios. Afirmó que, desde 1992, existen evidencias psicológicas y neurológicas que muestran diferencias anatómicas en el cerebro de las personas trans, respaldando la hipótesis de que la identidad de género está influida por las hormonas sexuales prenatales. “Ser trans, por tanto, no es una etapa, ni una moda, ni una elección”, sentenció.
Martínez Cano conectó esta evidencia con la polémica del evento, señalando cómo se acusa de “adoctrinamiento” a quienes simplemente apoyan a la infancia trans. Frente a esto, explicó, lo que realmente ocurre es que muchos de estos niños y niñas sufren depresiones y autolesiones porque son “adoctrinados” a vivir según el género que socialmente se asigna a sus genitales. “Y, sin embargo, antes o después, emerge. Nada de eso cambia su identidad si es una persona trans”, recalcó.
De la patologización al reconocimiento: un viaje legal hacia la dignidad
La ponente realizó un exhaustivo recorrido por el marco legal, comparando la antigua Ley 3/2007, que exigía un diagnóstico de “disforia de género” y dos años de tratamiento hormonal, excluyendo a menores y migrantes, con la actual Ley 4/2023 de igualdad efectiva de las personas trans. “Ahora no se habla ya de ‘transexuales’, sino de ‘personas trans’”, aclaró, subrayando que las operaciones son una decisión libre y que lo que se reconoce en el Registro Civil es una identidad, no se inspeccionan cuerpos.
También aclaró bulos frecuentes: la ley no permite que una mujer trans evada la justicia por un delito de violencia de género cometido antes de su cambio registral, tal y como establece el artículo 47 de la nueva norma.
Desmontando mitos con datos: bloqueadores, deporte y la cifra del «arrepentimiento»
Laura Pellicer, vicepresidenta de Transitio, centró su intervención en derribar mitos concretos con datos contundentes. Sobre los bloqueadores hormonales, argumentó que su uso evita sufrimientos y se han recetado históricamente a niñas con menstruaciones precoces sin alarmismos. “Para las jóvenes trans es incluso más importante, ya que su desarrollo sin bloqueadores podría dificultar mucho el logro del aspecto femenino deseado”, afirmó.
Respecto a las supuestas oleadas de «arrepentimiento», lanzó una cifra reveladora: solo un 1% de hombres trans (no mujeres) detransicionan. Abordó también el mito del deporte y la supuesta peligrosidad de las mujeres trans en baños públicos. “No existen denuncias de mujeres trans por agresiones en baños públicos, y sí de hombres contra mujeres trans en baños masculinos”, aseguró, remarcando que “la violencia sexual se apoya en el poder, no en el género”.
Una mirada cultural: la transexualidad en la historia y la lucha contra la invisibilidad
Félix Peñalver, vicepresidente del colectivo LGTBIAQ+, ofreció un recorrido cultural y antropológico para demostrar que la transexualidad ha existido siempre. Citó ejemplos como los khanit árabes, los hijras de la India —cuyo tercer género fue reconocido por la Corte Suprema de la India en 2014— o los bâkla en Filipinas, formas de un “tercer género” aceptadas en culturas con menor influencia judeocristiana.
Criticó cómo la cultura ha retratado mal a las personas trans, con actores cis interpretando papeles trans, lo que genera una carencia de modelos saludables para la juventud. “Los cuerpos XY y XX presentan diferencias anatómicas, pero no jerárquicas”, afirmó, parafraseando al feminismo. “La sociedad no parece estar preparada, pero sin duda, poco a poco, avanza”, concluyó con un mensaje de esperanza.
Conclusión: La crónica de Molina, un faro ante la última oleada de odio
Esta crónica, escrita una semana después, demuestra que el mensaje de rigor y humanidad de aquel jueves era más necesario de lo que parecía. La noticia más reciente, que esta misma semana ha destapado una nueva oleada de mensajes de odio y acoso coordinado contra diputadas y activistas LGTBI en redes sociales, confirma que el discurso de la ultraderecha no ceja en su intento de intoxicar el debate público.
Frente a esta estrategia del bulo y la intimidación, la conferencia de Molina de Segura se erige como un potente antídoto: un acto donde la ciencia, la ley y la experiencia se alzaron con firmeza para defender una simple y poderosa verdad: la identidad trans es una realidad humana, no una ideología. La lucha, como bien señalaron los ponentes, no es por imponer nada, sino por que se les deje de negar lo que son. Y, como demostró el Ateneo, a veces plantar cara con cultura y valentía es la victoria más importante.















