El Ayuntamiento de Blanca subvenciona una carroza que insulta al PSOE: cuando la burla política se paga con dinero público

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Las fiestas del barrio de la Estación, en honor a la Virgen del Pilar, dejaron este
año en Blanca una estampa que ha levantado una fuerte polémica. Una de las carrozas del
desfile, subvencionada con fondos municipales, incluyó mensajes ofensivos contra el
Partido Socialista, el Gobierno de España y sus votantes, con lemas como “que te vote
Chapote” o “PSOE corruptos”.

Las imágenes del evento —en las que se ve al alcalde de Blanca aplaudiendo y celebrando
el paso de la carroza— han provocado la indignación del Grupo Municipal Socialista, que
denuncia lo que considera “una utilización sectaria y ofensiva de unas fiestas que deberían
ser de convivencia y alegría”.

“No podemos permitir que el dinero de los blanqueños y blanqueñas se
destine a espectáculos ofensivos”, señalan desde el PSOE local. “El
alcalde no solo permitió este acto, sino que lo celebró públicamente. Es
impropio de quien representa a todos los vecinos y vecinas del municipio.”

El hecho de que una actividad subvencionada por el Ayuntamiento sirva como vehículo para
insultar a un partido político plantea un problema más profundo que el del simple mal gusto.Supone, en palabras de algunos observadores, un paso más en la normalización del
discurso del odio desde las propias instituciones.

“Si eso es lo que el alcalde entiende por cultura, está claro: para él, la
cultura en Blanca consiste en hacer política en la calle a costa del respeto
de los demás”, añade el comunicado socialista.

En Blanca, el PSOE ha sido el blanco de insultos en unas fiestas populares. Pero la raíz del
desprestigio no está en la grosería de una carroza, sino en la desafección hacia un partido
que ha perdido su conexión con las clases populares. Su discurso institucional apela al
respeto, pero su práctica política ha contribuido a vaciar de contenido la democracia que
dice defender.

Más allá del escándalo local, la escena revela una paradoja que atraviesa a toda la
socialdemocracia europea: su pérdida de autoridad moral y política en el marco de un
capitalismo que ya no pretende reformar, sino administrar.
El PSOE, como otros partidos de su familia ideológica, vive hoy de gestionar un sistema que antaño prometía transformar. Nacido para defender a la clase trabajadora, se ha convertido en el garante de la estabilidad económica, la disciplina fiscal y las políticas marcadas desde Bruselas.

El discurso del “progreso” y de la “Europa social” sirve, en muchos casos, para
maquillar decisiones que benefician a los mismos intereses financieros que la
socialdemocracia decía combatir.

La ironía es amarga: el partido que una vez representó la esperanza de cambio se ha
convertido en símbolo del poder establecido. Su indignación frente a la burla pública
expresa más una defensa del aparato que una reflexión autocrítica.
La socialdemocracia europea vive atrapada entre su memoria obrera y su presente
tecnocrático. En su intento por ser “responsable”, ha dejado de ser creíble. Y cuando un
proyecto político ya no ofrece una alternativa al orden existente, termina reducido a
gestionar su propio descrédito.

El caso de Blanca no es, pues, un simple incidente festivo. Es una metáfora de época: la del reformismo que se volvió sistema, del partido que quiso humanizar al capital y acabó
humanizando su obediencia.

El insulto callejero que hoy denuncia el PSOE es, en el fondo, el eco del descrédito que él
mismo ha sembrado.

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