En pleno siglo XXI, cuando la sociedad avanza hacia la protección de los derechos de los animales, la persistencia de prácticas como la suelta de vaquillas en las fiestas patronales de pueblos y pedanías sigue generando un intenso debate. Para algunos, se trata de una tradición festiva; para otros, de una forma evidente de maltrato animal.
Ningún ser humano tiene derecho a utilizar animales para su diversión y entretenimiento, recordando que estos son seres vivos que padecen y sienten como nosotros. “En algunos casos, más que ciertos humanos”, señalan desde colectivos animalistas que reclaman la prohibición de este tipo de espectáculos.
La tauromaquia, incluida la suelta de vaquillas, se presenta para muchos como parte de la cultura popular, pero para sus detractores no es más que tortura normalizada. Las imágenes que circulan en redes sociales muestran animales acorralados, asustados y forzados a participar en un evento que representa sufrimiento físico y estrés extremo.
“Basta ya de torturar animales”, reclaman las plataformas que promueven la abolición de estos festejos. Para ellas, la diversión no puede justificarse a costa del dolor de un ser vivo que se encuentra allí en contra de su voluntad.
En respuesta a esta situación, se están organizando concentraciones pacíficas para exigir el fin de estas prácticas. Una de las convocatorias más recientes tendrá lugar el sábado 30 de agosto de 2025 a las 17:30 horas en El Moralet (Alicante), con punto de encuentro en Camino Gran Danés, 03699. Desde la organización se invita a compartir coches para facilitar la asistencia.
📌 Para más información y coordinación, pincha en este enlace: https://chat.whatsapp.com/GHu08kJvaikAUms7YVfnU7
EXPLOTACIÓN ANIMAL Y CAPITALISMO, ELEMENTOS INSEPARABLES.
La explotación animal no es un pilar del modelo capitalista global. Desde la ganadería intensiva hasta los espectáculos “tradicionales” que usan animales, el patrón es el sigue siendo convertir la vida en mercancía. Bajo esta lógica, los animales dejan de ser seres sintientes para transformarse en recursos, objetos que generan beneficio.
El capitalismo se nutre de la producción masiva y la maximización del lucro, sin importar las consecuencias éticas, ecológicas o sociales. Así, la industria cárnica, láctea, peletera y de entretenimiento animal mueve miles de millones a costa del sufrimiento y la cosificación. Incluso las prácticas presentadas como “tradición” son defendidas porque sostienen economías locales y grandes intereses empresariales.
Mientras la demanda de consumo se expanda, también lo hará la maquinaria que ve en cada animal una cifra en una cuenta de resultados. Romper este ciclo implica cuestionar no solo los espectáculos crueles o la ganadería industrial, sino el propio sistema económico que legitima la explotación como motor de crecimiento.