Escrito por Dominic D. Skerrett · 30 de julio de 2025
Mientras la Unión Europea acepta aranceles del 15% dictados por Trump, la extrema derecha española demuestra, una vez más, que ni entiende la economía global ni defiende al pueblo trabajador.
“El señor Trump ha dicho que va a eximir a Italia de los aranceles porque Meloni le cae bien. Y usted, señor Sánchez, en vez de ser diplomático, se ha puesto chulo. Es muy sencillo: Meloni cae bien y usted mal. Tendremos aranceles por su culpa, y si no los tenemos, será a pesar de usted”.
Esa fue la brillante teoría de Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados el pasado 12 de febrero. Una vez más, el líder de la extrema derecha española demostró que su concepción de la política internacional cabe en un meme: si caes bien, te va bien; si caes mal, aranceles.
Pero la realidad no le da la razón. El 27 de julio, tras semanas de presiones, amenazas y chantajes, Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cerraron un acuerdo arancelario del 15% para toda la Unión Europea. Italia incluida. España también. A Trump le da exactamente igual si Meloni le ríe los chistes o si Sánchez le molesta: su prioridad es imponer los intereses de su clase, la de los grandes capitalistas norteamericanos.
La servidumbre europea como doctrina
El nuevo paquete arancelario no es una medida técnica, es una declaración de poder. Estados Unidos impone sus condiciones. La UE acepta. Trump exige más gasto militar, mayor compra de energía estadounidense y control geoestratégico del comercio. Y Europa, lejos de reaccionar con dignidad, agacha la cabeza.
Von der Leyen ha firmado, de facto, la sumisión de Europa. La élite comunitaria se presenta como “europeísta”, pero actúa como una colonia económica de Washington. Y lo hace mientras en casa vende humo: hablan de transición verde, autonomía estratégica y defensa de los valores democráticos… todo mientras financian guerras, queman gas de fracking y aplican las recetas del capital financiero global.
Vox: del ridículo al servilismo
Tras el anuncio del acuerdo, el portavoz nacional de Vox, José Antonio Fúster, reconoció que el pacto “beneficia más a EEUU que a Europa”. Pero no lo criticó. No pidió romperlo. No habló de defender la soberanía económica de nuestro país. No. Lo que hizo fue culpar a la UE por “insultar” a Trump, como si el problema no fueran los aranceles, sino los modales.
Así opera la derecha ultrareaccionaria: obediente con el imperio, agresiva con su propio pueblo. No son nacionalistas, son vasallos. Prefieren alinearse con el capital extranjero antes que con los trabajadores de su tierra. Su única “soberanía” es la del patrón sobre el obrero, la del amo sobre el siervo.
¿Y el «socialismo» liberal?
¿Y qué ha hecho el Gobierno de España? ¿Qué ha hecho la socialdemocracia europea? Nada. Silencio. Sumisión. Sánchez y sus homólogos de Francia o Alemania han aceptado las condiciones de Washington sin rechistar. Ni una propuesta alternativa, ni un plan de respuesta, ni un frente común con los países del Sur. Ni siquiera una defensa seria del tejido industrial europeo. Solo obediencia.
Los gobiernos llamados “progresistas” de Europa se muestran incapaces de articular un proyecto propio. Son gestores del capitalismo de terceros, ni siquiera del suyo. Se limitan a maquillar la explotación con discursos moderados mientras aceptan las reglas impuestas por el gran capital.
Frente a esta sumisión en España, tan solo Izquierda Unida, el PCE y Podemos han levantado la voz para denunciar esta claudicación vergonzosa ante el imperialismo económico de Estados Unidos y exigir una Europa soberana, social y al servicio de su gente.
La clase trabajadora pagará las consecuencias: más inflación, más paro, más dependencia. La única alternativa real es romper con esta Europa de los mercaderes y construir una Europa del pueblo y para el pueblo.