LA REPÚBLICA DE CAGITÁN

Sobre esas llanuras de suaves colinas se expanden campos de almendros, vides, granados, albaricoques o cereales. Una flora variada y colorida que adorna sus solitarias carreteras y caminos con la única melodía de la brisa y las aves cantarinas

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Por Javier García Moreno

Casi nadie conocía aquel insólito paraje pero yo decidí convertirlo en mi pequeña República particular y entrañable. La República de Cagitán enmarcada dentro de una región de regiones, con derecho a decidir. República, o reino sin trono que, como explicaré más adelante, sería la más exótica de entre todas las repúblicas confederadas.

Y es que aunque desconocida y escondida esa República tenía su pedigrí y su identidad particular y maravillosa. Una extensa llanura que, para desconocimiento absoluto del ciudadano regional e incluso de sus propios vecinos aledaños, se extendía sobre el segundo altiplano más grande de esta región murciana.

Sobre esas llanuras de suaves colinas se expanden campos de almendros, vides, granados, albaricoques o cereales. Una flora variada y colorida que adorna sus solitarias carreteras y caminos con la única melodía de la brisa y las aves cantarinas. Paisajes de cielos azules y horizontes infinitos y caminos que algunos, dicen, recuerdan a la toscana italiana.

Y es que aunque estos llanos del Cagitán, al este de la ciudad de Mula, al oeste de la sierra del Ricote y al sur de Calasparra, no tenga ya casi habitantes ni ningún caserío importante, solo casas desperdigadas. ¿Qué importa el número de pobladores habituales si su belleza natural y la soledad silvestre le imprime de una personalidad única y destacable?

Y es que dentro de los confines de esta minúscula pero no menos idílica república, fragmentada en varios municipios que ignoran su existencia “nacional”, te puedes encontrar con excentricidades como antiquísimas higueras, vetustos y enormes olmos y, por encima de estos, un magnífico pino carrasco, el Pino de las Águilas, con el tronco más grueso del mundo. Aquel fascinante ejemplar datado de mil setecientos, y citado en el libro guiness de los récord, destaca en un solitario pinar con más de seis metros de perímetro troncal.

Y qué decir de la belleza recóndita de unas pozas de singular belleza, en un extremo de esta república, alimentadas por cascadas, ramblas y manantiales, las de Fuente Caputa. Un oasis secreto entre pinares, paredes verticales y un viejo acueducto, donde poder refrescarte de los rigores del calor murciano, también intenso y sofocante en sus tierras más interiores y norteñas.

Por todo esto y mucho más, sus apenas veinte vecinos empadronados podrían formar el parlamento de esta curiosa Ítaca murciana, (sito, por ejemplo, en el señorial cortijo de los castellanos, casi a las faldas de la sierra de Ricote). Y sus esporádicos visitantes y admiradores, como quien estas líneas suscribe, sus fascinados y cautivados espectadores.

© Javier L. García Moreno

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