La dignidad que camina

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Escrito por Manel Aparicio

Hace unos días recibimos la siguiente carta a Redacción. Por exceso de trabajo, nos ha sido imposible publicarla antes. Para complementar esta carta, la acompañamos de un artículo de opinión, que hemos creído adecuado. Publicamos, primero la carta y después la opinión…

El pasado 16 de mayo, recibíamos en San Javier la @marchepourlaliberte. Es la primera parada en la Región de Murcia. Fuensanta Postigo, @juensynpc, secretaria de la asociación de Amistad y solidaridad con el pueblo saharaui Mar Menor, los ha recibido junto con @noeliacanopardo, concejala del grupo mixto del @ayto_sanpedrodelpinatar, y @cantabellamatias, concejal por la coalición de IU, Podemos y Alianza Verdes en @sanjavierayuntamiento. Ambos, además de concejales, son miembros de dicha asociación.


Por la tarde nos concentramos en el corazón de la ciudad de Murcia, plaza Cardenal Belluga. El paso de la marcha fue clausurado con una jornada de convivencia en la jaima en la que se hospedan los integrantes de la marcha, jornada en la que han podido intercambiar experiencias. Muchos asistentes han escrito su carta a los presos políticos. Ya sólo queda coger impulso para continuar hacia Andalucía.
Cabe mencionar que el paso de la marcha por la libertad de los presos políticos saharauis coincidía con el fin de semana anterior al 20 de mayo, fecha en la que los saharauis celebran el inicio de su lucha por su libertad!

Hasta aquí la carta a Redacción. La opinión es lo siguiente…

La dignidad que camina

Hay gestos que, por su sencillez y su profundidad, nos reconcilian con la idea de humanidad. Uno de esos gestos es caminar por la libertad de quienes no pueden hacerlo. Así, paso a paso, avanza la Marcha por la Libertad de los Presos Políticos Saharauis, cruzando pueblos y ciudades, llevando consigo una causa que debería dolernos a todos: la de un pueblo olvidado, silenciado y, en demasiados casos, encarcelado.

En su paso por nuestra región, la marcha no trajo pancartas vacías ni consignas de ocasión. Trajo nombres, rostros, historias concretas de personas que hoy sobreviven en prisiones por defender el derecho de su pueblo a existir, a hablar su lengua, a vivir en su tierra libremente. ¿Cómo no conmoverse ante quienes escriben cartas a esos presos como quien lanza una botella al mar, esperando que la esperanza llegue a alguna orilla?

La jaima que los acogía no fue solo un símbolo: fue un refugio de dignidad, una casa provisional para la memoria, la resistencia y la ternura compartida. Allí no se trató de ideologías, sino de humanidad. De recordar que mientras algunos dan la vida por la libertad, otros apenas si la mencionan.

Esta marcha no busca titulares, busca justicia. Y nos interpela a cada paso: ¿qué estamos dispuestos a hacer por quienes lo han perdido todo menos su dignidad? ¿Cuánto más vamos a callar ante una ocupación que vulnera sistemáticamente los derechos de un pueblo?

Apoyar la libertad de los presos políticos saharauis es, hoy, una cuestión de decencia. Porque cuando la dignidad camina, lo menos que podemos hacer es no quedarnos sentados.

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