Escrito por Manel Aparicio
La reciente edición de Eurovisión 2025 ha estado marcada por una polémica que trasciende lo musical. La Unión Europea de Radiodifusión (UER) ha amenazado a RTVE con sanciones económicas si sus comentaristas vuelven a mencionar el conflicto en Gaza durante la retransmisión del festival. Esta advertencia surge tras las declaraciones de Tony Aguilar y Julia Varela en la segunda semifinal, donde aludieron a las víctimas palestinas y pidieron respeto por los derechos humanos.
La UER defiende la «neutralidad política» del evento, pero esta postura resulta cuestionable cuando se permite la participación de Israel, país involucrado en un conflicto activo y acusado de violaciones de derechos humanos. Mientras se censuran las menciones a la situación en Gaza, se tolera la presencia de una delegación que representa a un Estado en guerra, lo que pone en entredicho la coherencia de la organización.
(La imagen no es un error. Es la caída por la decepción)
RTVE, por su parte, ha mostrado una postura valiente al emitir antes de la final un mensaje en pantalla negra que decía: «Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y Justicia para Palestina» . Este gesto, aunque simbólico, destaca la importancia de no permanecer indiferentes ante las injusticias.
La censura impuesta por la UER no solo limita la libertad de expresión de los medios públicos, sino que también envía un mensaje preocupante sobre las prioridades del festival. Al silenciar las voces que claman por justicia, se corre el riesgo de convertir Eurovisión en un escaparate que ignora las realidades más dolorosas del mundo.
Es fundamental que eventos de esta magnitud no se conviertan en cómplices del silencio ante las violaciones de derechos humanos. La música tiene el poder de unir y de dar voz a los que no la tienen. Callar ante la injusticia no es neutralidad; es complicidad.
«Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y Justicia para Palestina«