Mar Menor: La agonía Pronosticada de una Laguna

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Crónica de una eutrofización consentida: cómo el modelo agrícola intensivo envenena un ecosistema único mientras los municipios siguen sedientos de soluciones


Introducción: Una emergencia crónica

Cuatro años después de la DANA que tiñó de muerte el Mar Menor, las lluvias siguen desvelando la misma verdad incómoda: la laguna no se muere, la están matando. Mientras la Comunidad Autónoma y el Gobierno central se enredan en declaraciones de emergencia y planes fantasma, los vecinos de San Javier, Los Alcázares y Cartagena siguen bebiendo agua embotellada suministrada por camiones cisterna. Hoy, como ayer, el Mar Menor es el síntoma de una enfermedad sistémica: la impunidad de un agroindustria que drena su rentabilidad envenenando el patrimonio común.


1. ¡No es la lluvia, es lo que arrastra!

«¡No es la lluvia, es lo que arrastra!»: el grito de los colectivos ciudadanos condensa la esencia del problema. Con las lluvias, vuelven las «aguas marrones» al Mar Menor. El problema no es tanto el agua de lluvia, que lleva miles de años cayendo en la laguna salada, el problema es lo que arrastra actualmente.

Dos imágenes tomadas desde dos satélites diferentes que muestran el Mar Menor tras fuertes lluvias, con aguas turbias y arrastres de sedimentos precipitados desde la cuenca agrícola, el tono marrón confirma la entrada masiva de nutrientes y barro al lago costero. Localización científica del Mar Menor, para estudios medioambientales, se aprecia la laguna y las zonas más afectadas por las escorrentías.

Fuente: ESA – Imagen satelital del Mar Menor tras DANA 2019

Si observamos la espectacular imagen satélite del Mar Menor tras la DANA de septiembre de 2019, lo primero que llama la atención son las lenguas marrones que entran a la laguna salada desde las ramblas. Y aunque menos espectacular, es una imagen que se repite con cada lluvia, más intensamente cuanto más copiosa.

Ese color marrón de las aguas se debe a que arrastran mucho sedimento, suelo para entendernos. ¿Suelo urbano? Pues no, agrícola principalmente. Claro que tampoco ayuda que buena parte de la franja perimetral de la laguna esté impermeabilizada con carreteras, calles, aceras, ramblas entubadas y/o encementadas, paseos marítimos… Eso implica que los arrastres que llegan de los terrenos aledaños, van casi directamente al Mar Menor, introduciendo toneladas de tierras y abonos, y alguna cosa más, en el ecosistema, ya bastante eutrofizado y maltrecho.


2. La gran transformación: del secano resiliente al regadío erosivo

Antes de la llegada del trasvase, el paisaje del Campo de Cartagena estaba dominado por cultivos de secano, en los que la lluvia es oro y por tanto las técnicas de cultivo trataban de retener toda el agua que podían, aterrazando cultivos, afianzando taludes con pedrizas y vegetación natural, entre otras. Este paisaje generaba menos erosión y escorrentías que el actual, precisamente por que ese era el objetivo: retener el agua y el suelo en los cultivos.

Con el trasvase, se inició la carrera por la intensificación del suelo agrícola: eliminamos terrazas, allanamos terreno y cultivamos hasta el último metro de la parcela, para aprovechar hasta el último centímetro. Adiós a las pedrizas, a las bandas de vegetación dentro de las parcelas, e incluso en los linderos. El terreno es mucho más erosionable, ya que se trabaja mucho con el tractor, para dejarlo bien suelto y que crezcan rápido las raíces de las hortalizas, que deben crecer en pocas semanas para viajar al mercado Europeo. Ese suelo desestructurado, y desprovisto de vegetación, es erosionado mucho más fácilmente.

Como además es un suelo poco fértil, y queremos que las lechugas, tomates, brócoli, etc., crezcan en menos de 3 meses para poder realizar 3 y hasta 4 cultivos en la misma parcela en el mismo año, pues hay que darles el agua y los nutrientes necesarios: nitratos y fosfatos mayoritariamente.


3. La paradoja del agua: drenar para contaminar

Por si esto fuera poco, el encharcamiento del terreno viene muy mal al cultivo intensivo: se pudren raíces, los hongos crecen, el tractor y los operarios no pueden trabajar, etc. Paradójicamente, en una tierra árida, a los cultivos intensivos que necesitan tanta agua, les viene muy mal la lluvia, y prefieren que venga por un tubito. De ahí que las técnicas de cultivo vayan encaminadas a «drenar» el terreno: se hacen zanjas para que el agua no permanezca en el terreno, se elimina cualquier barrera que retenga el agua (terrazas, pedrizas, barreras vegetales…).

¿Y dónde van esas aguas de drenajes cargadas de abonos, y las escorrentías superficiales cargadas de tierras de cultivo y repletas de abonos? A las ramblas, convertidas en desagües, muchas veces encauzadas, y encementadas y/o entubadas en parte de su recorrido… y de ahí al Mar Menor.

En conclusión, una misma lluvia, con la misma intensidad y número de litros por metro cuadrado, hace 40 años arrastraba muchísimos menos sedimentos, y sobre todo, muchísimos menos nutrientes.


4. El impacto silencioso: fosfatos y enfangamiento

Se pretende minimizar el efecto que esto tiene en el Mar Menor, pero es trascendental: estas tierras de cultivo, que van acumulando meses o años abonos y químicos agrícolas, entran a un maltrecho y nitrificado Mar Menor repletas de fosfatos, que se acumulan en el fondo, y que generarán un nuevo crecimiento de algas en cuando se den las condiciones de temperatura y luz necesarias. Los enfangamientos de playas de la costa interior del Mar Menor también tienen mucho que ver con esta entrada masiva de sedimentos agrícolas.


5. Soluciones falsas vs. soluciones reales

Y no es menos trascendental, que falsas soluciones como el proyecto Colector Norte, son incapaces de frenar esta importante entrada de sedimentos y nutrientes al Mar Menor. Esto sólo se soluciona con medidas en origen y mayoritariamente basadas en la naturaleza. Una arquitectura del paisaje, con elementos que retengan suelos, nutrientes y agua a diferentes niveles de escala en la cuenca vertiente al Mar Menor.

Personas con pancartas reclamando un colector pluvial, “NO QUEREMOS MÁS MENTIRAS” / “QUEREMOS HECHOS”. Foto: Martha L. Castro

Aquí entran los famosos setos, pero setos funcionales, no esas raquíticas filas de plantitas que tanto abundan, a veces hasta con plásticos anti-«malas hierbas» como si fueran lechugas. También entran las recuperaciones de cauces de ramblas, y de zonas de inundación y humedales, entre otras.

No será suficiente, puesto que el complejo problema del Mar Menor no se soluciona con una única medida. No existe una única alternativa mágica, que además de solucionar «no moleste» a ningún sector.

Es imprescindible esta arquitectura del paisaje, sumada a otras acciones sinérgicas, como reducir superficie de regadío, intensidad de uso de abonos, etc, para que en conjunto terminen por reducir a mínimos la contaminación al acuífero y al Mar Menor, permitiendo que el ecosistema de la laguna inicie su recuperación real.


6. La crisis humana: cuando el agua potable es un lujo

Una obviedad: reducir las escorrentías y arrastres al Mar Menor, no sólo beneficia al ecosistema, también a las poblaciones ribereñas, que tendrán menos riesgos personales y materiales por riadas.

Mientras tanto, la realidad es que municipios como Los Alcázares y San Javier siguen sin agua apta para el consumo años después de las primeras alertas. Los camiones cisterna y las garrafas se han normalizado como si fuera una situación aceptable.

¿No suena imprescindible y urgente entonces el Plan de Ordenación Territorial y las medidas de reducción de las escorrentías en la cuenca vertiente? Pues llevamos más de 5 años esperando a un Gobierno Regional, que siempre que es preguntado por estos asuntos, responde: «Estamos trabajando en ello». Y mientras esperamos, el Mar Menor agoniza.


Conclusión: Del «estamos trabajando» a la justicia ecológica

El Mar Menor es el espejo de un fracaso: el de una clase política que prioriza los intereses de un sector agroindustrial sobre la vida de las personas y los ecosistemas. Mientras la Consejería de Agricultura repite como un mantra «estamos trabajando en ello», la laguna se asfixia y los municipios mendigan agua potable.

Exigir soluciones reales ya no es ecologismo: es justicia social. Porque detrás de las «aguas marrones» hay vecinos con grifos secos, un acuífero envenenado y un modelo que confunde progreso con extractivismo.

Última horaEl Tribunal Supremo confirma la responsabilidad de la Confederación Hidrográfica en la degradación del Mar Menor. La sentencia sienta un precedente: la impunidad toca a su fin.


Este artículo se basa en investigaciones de ANSE, datos oficiales del MITERD y sentencias judiciales. La lucha por el Mar Menor es la lucha por un modelo de territorio que no sacrifique vida por beneficio.


EXPEDIENTE MAR MENOR: LAS PRUEBAS JUDICIALES Y CIENTÍFICAS QUE DESMONTAN EL ECOCIDIO CONSENTIDO

Sentencias, informes oficiales y estudios que demuestran la agonía programada de la laguna – El dosier definitivo que la administración no puede seguir ocultando


1. LAS SENTENCIAS QUE CONDENAN

Sentencia clave del Tribunal Supremo (2022)

Auto del Tribunal Superior de Justicia de Murcia (2023)


2. LOS INFORMES OFICIALES QUE LO ADMITEN

Red de control del Mar Menor

Plan de protección del borde litoral


3. LAS INVESTIGACIONES QUE LO DEMUESTRAN

ANSE – Contaminación por nitratos (2022)

ANSE – Críticas al Colector Norte

ANSE – Restauración de humedales

Instituto Español de Oceanografía

Universidad Politécnica de Cartagena

Comité de Científicos del Mar Menor


4. EL GRITO CIUDADANO QUE LO DENUNCIA

La Verdad – Sin agua potable 2024

EFE – Agua no potable en 5 municipios

ElDiario.es – Sentencia Tribunal Supremo


CONCLUSIÓN DEL EXPEDIENTE:

Este dosier documental demuestra que no existen dudas razonables sobre las causas de la degradación del Mar Menor. Las pruebas judiciales, los informes oficiales y los estudios científicos coinciden: estamos ante un ecocidio consentido por las administraciones y perpetrado por un modelo agrícola insostenible. La evidencia está sobre la mesa. Ahora, la acción.

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